viernes, 10 de diciembre de 2010

DE LA IGNORANCIA DE LOS DESCUBRIDORES Y DE LA GENTE CÁNDIDA QUE CELEBRA SUS GLORIAS


TH

De cómo los descubridores -de su propia ignorancia- daban razón de ella.




Andando en cerco de una de las lagunas vido el Almirante una sierpe de siete palmos en largo, la cual, como vido la gente, huyó al agua; y, porque no era honda, con las lanzas la mataron. Hizo salar el cuerpo para traello a los Reyes.


Esta sierpe, verdaderamente es sierpe y cosa espantosa; cuasi de manera de cocodrilo o como un lagarto, salvo que tiene hacia la boca y narices más ahusada que lagarto. Tiene un cerco, desde las marices hasta lo último de la cola, de espinas grandes, que la hace más terrible; es toda pintada como lagarto, auqnue más verdes escuras las pinturas. No hace mal a nadie y es muy tímida y cobarde. Es tan excelente cosa de comer, según todos los españoles dicen, y tan estimada -mayormente toda la cola, que es muy blanca cuando está desollada- que la tienen por más preciosa que pechugas de gallina ni otro manjar alguno. De los indios no hay duda sino que la estiman sobre todos los manjares. Con todas sus bondades, aunque soy de los más viejos destas tierras y en los tiempos pasados me vi con otros en grandes necesidades de hambre, peno nunca jamás pudieron conmigo para que della gustase. Llámanla los indios de esta isla Española iguana.


DE LAS CASAS Bartolomé, Historia de las Indias, vol I, Alianza Editorial, Madrid 1994, p. 570; también en: COLÓN Hernando, Historia del Almirante, cap. XXVI.

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