viernes, 17 de mayo de 2013

EFRAÍN RÍOS MONTT, EL ÁNGEL DE LA MUERTE




La terrible guerra civil que asoló Guatemala entre 1960 y 1996, con un balance estimado de 200.000 muertos y desaparecidos, alcanzó sus máximas cotas de violencia en los 17 meses, entre 1982 y 1983, que el general Efraín Ríos Montt detentó el poder en la nación centroamericana. Aupado a la presidencia de la República por los oficiales que derrocaron al general Romeo Lucas, el nuevo dictador, ferviente ministro de una iglesia evangélico-pentecostal, implantó un gobierno castrense puro y duro que suprimió el anterior régimen reaccionario de corte cívico-militar y que traía ímpetus de transformación nacional. Así, la extrema derecha tradicional, ultraconservadora y oligárquica, fue desplazada por un nuevo radicalismo antirrevolucionario que combinaba las declaraciones de desarrollo social de indígenas y campesinos, y de guerra de exterminio de las guerrillas comunistas que buscaban reclutarlos. 
Ríos Montt, convencido de su misión político-religiosa, dotó al terrorismo de Estado, bien presente desde mucho antes del golpe de 1982, de un carácter sistemático al hacerlo parte integral de un plan global de reorganización del país que supuso la militarización del campo por el Ejército y las Patrullas de Autodefensa Civil. Todo ello se tradujo en la matanza generalizada y sin restricciones legales de aquellos, campesinos mayas fundamentalmente, a los que supuestamente se venía a liberar. Un mínimo de 10.000 ejecutados extrajudiciales, decenas de grandes masacres, centenares de aldeas arrasadas y más de 100.000 refugiados fueron el estremecedor balance de los planes y operaciones, ejemplo insuperable de las tácticas de tierra quemada, ejecutados por el fanático gobernante de facto.
El delirio mesiánico de Ríos Montt llegó a su fin en agosto de 1983 con otro golpe de Estado, el comandado por su ministro de Defensa, el general Óscar Mejía. Tras su remoción del poder, Ríos Montt buscó con ahínco recuperar el mismo con el traje de civil y por la vía democrática. Jefe de un partido propio, el Frente Republicano Guatemalteco (FRG), de derecha populista y enemigo declarado de la vieja plutocracia,El General fue inhabilitado para presentarse a las elecciones presidenciales de 1990 y 1995 dada su condición de ex dictador, pero su formación ganó las legislativas de 1994, lo que le convirtió en presidente del Congreso hasta 1996. 
Cuatro años después, su sustituto en la candidatura, Alfonso Portillo, ganó las presidenciales, dando comienzo un período de dominio eferregista en el que el anciano ex militar volvió a liderar el Congreso, mientras su protegido se hundía en el descrédito por los escándalos de corrupción y, sobre todo, por el jueves negro de julio de 2003, cuando bandas de riosmontistas armados desataron el caos en la capital para forzar a los tribunales a registrar la postulación de su caudillo. Al final, en una maniobra abiertamente inconstitucional, la magistratura cedió a las pretensiones de Ríos Montt, sólo que el electorado tomó nota de sus coacciones al orden democrático y lo castigó en las urnas relegándole al tercer puesto.
Desde 2000, cuando la Audiencia Nacional de España admitió una denuncia de Rigoberta Menchú y se declaró competente para procesar al político guatemalteco con carácter extraterritorial por delitos de genocidio y crímenes de lesa humanidad, Ríos Montt afrontó reiterados intentos, a partir de 2001 también domésticos, de que rindiera cuentas penales por las masivas violaciones de Derechos Humanos cometidas bajo su presidencia. Las diligencias judiciales dieron un salto cualitativo en 2005, tras expirar la década en que había gozado de inmunidad parlamentaria, con la orden internacional de captura emitida desde España por su presunta responsabilidad de crímenes universales, pero en 2008 el escurridizo dirigente, que en 2010 renunció a la secretaría del FRG (sumido en un declive imparable), volvió a hacerse con el fuero de congresista que le hacía inmune y de paso impune.
Los supervivientes y los familiares de las víctimas de las masacres perpetradas en 1982-1983, pacientes y tenaces, tuvieron que esperar hasta enero de 2012, cuando terminaba el mandato legislativo de Ríos Montt, para ver actuar de nuevo a la justicia penal guatemalteca. Rápidamente, se formularon dos pliegos de acusaciones por genocidio y crímenes contra la humanidad en sendas causas procesales que los abogados del imputado, perito en las maniobras dilatorias para eludir a fiscales y jueces, buscaron bloquear con argucias legales y tecnicismos. En marzo de 2013, finalmente, arrancó en Ciudad de Guatemala el primero de los juicios, calificado de histórico por las organizaciones humanitarias, contra Ríos Montt, quien cumplirá en junio 87 años.
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