
La noche entre el sábado 7 y el domingo 8 de noviembre de 2009, una fuerte tormenta hizo estragos en muchos lugares de El Salvador, en modo particular en el departamento de San Vicente.
Muchas de las destrucciones causadas por la tormenta -hasta la fecha- no han sido reparadas. En esta entrada presentamos un ejemplo.
Una parte del muro perimetral del cementerio general de la ciudad de San Vicente cedió ante la presión del agua. En esa ocasión varias osamentas fueron sacadas de sus lugares de reposo, debido a la fuerza del agua y vagaban por la calle que corre paralela al cementerio, como lo hicimos ver en este blog.
El recién pasado diez de mayo fuimos a enflorar a nuestras madres difuntas y, ¡vaya sorpresa!, el muro caído sigue ahí sin ser reparado.
Bueno -como siempre- aquí caben distintas posibilidades:
1. El alcalde es ciego y, por consiguiente, no se ha dado cuenta del problema.
2. Al alcalde no le interesa reparar ese muro, ni en su calidad de edil, ni por respeto a la memoria de los difuntos.
En el caso de ceguera, el alcalde resulta ser innecesario para los vicentinos.
En el caso segundo hay negligencia. Negligencia en el desempeño de sus funciones, pues el alcalde debe velar porque los impuestos que pagamos los vicentinos –recientemente aumentados- sean utilizados correctamente, a no ser que se los esté desviando para sus negocios de familia.
Pero hay también cinismo político en el alcalde Medardo. Supongamos que una de las osamentas que vagaban por la calle el día de la tormenta hubiera sido la de su mamá, ¿cómo hubiera reaccionado el alcalde “católico”? A nadie le gusta que sus difuntos estén tirados a la intemperie, como basura.
Hay que dudar, pues, del presunto “catolicismo” del alcalde. Si no estamos equivocados, la llamada “comunión de los santos” –la que habla de la relación entre vivos y difuntos- forma parte importante de la doctrina cristiano-católica, a tenor de aquello que dice el mismo Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 955: "La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49).
Pues bien, esa doctrina, el inoperante alcalde Medardo, “se la pasa” por donde él quiere y además pretende que demos crédito a su falsa devoción. Pues, no. No le creemos, porque son las obras las que darán fe de su gestión.
No es verdad, señor alcalde, que no tiene dinero para las obras, porque los vicentinos seguimos pagando los impuestos, recientemente incrementados por su persona y la mafia de gente de la que se rodea.
Medardo no es alcalde para el pueblo, sino para sus bolsillos, pues los muros de sus negocios están bien edificados, pero los del cementerio pueden seguir tirados por el suelo.