lunes, 23 de abril de 2012

NICANOR PARRA (PREMIO CERVANTES)


 Autorretrato

Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo claes:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.



  El Hombre Imaginario
 
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias 
 vienen por el camino imaginario  
entonando canciones imaginarias 
 a la muerte del sol imaginario 
 Y en las noches de luna imaginaria 
 sueña con la mujer imaginaria 
 que le brindó su amor imaginario 
 vuelve a sentir ese mismo dolor  
ese mismo placer imaginario 
 y vuelve a palpitar el corazón 
del hombre imaginario

miércoles, 11 de abril de 2012

LA SIXTINA DE LOS CUBANOS

Cándido Pineda y Ramón Pineda -desconocemos si entre ellos hay algún grado de parentezco- protagonizan la enésima polémica entre el arte y la religión. El autor del mural del retablo de la Iglesia El Calvario de Apastepeque (San Vicente) es Cándido, y el párroco es Ramón. Si bien nos resulta inevitable pensar que el "cándido" sea Ramón.
Este tipo de obra se hace con el beneplácito de los mismos clérigos, casi siempre con el apoyo económico de la feligresía, que es tomada en cuenta solamente cuando se les pide dinero y no cuando se va a construir o retirar una obra. Probablemente el párroco anterior estuvo de acuerdo en hacer la obra, el actual prefiere retirarla, una especie de trama arzobispal en pequeño. Solo que aquí no se ha encontrado el ojo masón que justifique su retiro.
Se sabe que Ramón Pineda es originario de Apastepeque, lo cual genera más extrañeza, es decir, que no valore a los pintores de su propia tierra. Al que traiciona su propia tradición cultural no se le puede confiar la cultura.
De todos modos, si estos casos se dan en la capital y el las localidades más modestas, lo único que va quedando claro es que la Iglesia católico no cuenta con una instancia que tutele su propio inventario artístico. Hay un predominio de la arbitrariedad sobre el juicio especializado.
Los "cubanos", como suelen ser llamados los habitantes de Apastepeque, tienen una tradición artístico-religiosa centenaria, muy por encima de la imposición de un párroco -hijo de sus propias entrañas-y de la arbitrariedad de la Iglesia.
Si no nos falla nuestra memoria, este pueblo se le ha opuesto hasta a obispos, ¿cómo hará el párroco para que los seguidores de Santiago Apóstol le perdonen este desliz pictórico?
Mi foto
Un canto a la vida.

DATOS SOBRE EL SITIO ARQUEOLÓGICO DE TEHUACÁN