Fuente: El País.
Silencio. Unos 840 lectores escuchan atentos las
historias, revelaciones, vericuetos y cotidianidades literarias y felicidades
irrepetibles contadas de viva voz por Mario
Vargas Llosa, Javier
Marías y Arturo
Pérez-Reverte. Mientras Marías de muy niño casi odiaba los libros
porque le quitaban espacio para jugar, Pérez-Reverte jugaba con ellos creando
barricadas y Vargas Llosa, que aprendió a leer a los cinco años, le pedía cada
25 de diciembre al niño Dios que le regalara libros y más libros.
Entre el silencio, risas sacadas por un Nobel y dos
de los más destacados escritores del idioma español —los tres académicos de la
Lengua— al compartir su pasión con el público en los Teatros del Canal, de
Madrid. Lo hicieron dentro de uno de los principales actos de celebración de
los 50 años de su editorial: Alfaguara.
Murmullos en poco más de hora y media de recorrido
por la trastienda de tres grandes autores como creadores y en su tránsito hacia
su fin último: el público. En el escenario, bajo varios focos de luz, los tres
de camisa blanca, recordaron el primer encuentro con los libros, luego sus
primeros escritos, después se encaminaron por la ruta que los lleva a la
concepción de su literatura. Hablaban de sus vidas. De la felicidad. Más
anécdotas y más secretos desgranados bajo la moderación de Pilar Reyes, su
editora: “Un momento emocionante estar con tres figuras icónicas de nuestro
catálogo y que representan a la figura más importante de la editorial: el
autor”.
Una nube de dudas, titubeos e inseguridades a la
hora de escribir los identifica. Vacilaciones que aumentan con los años. Los
une también el hecho de que el descubrimiento de la lectura en la infancia se
les convirtió en el mejor placer. Después no es que quisieran ser escritores,
sino que querían escribir para prolongar las historias que les gustaban, o que
no les gustaban para cambiarles el final.
Vargas
Llosa (Arequipa, Perú, 1936), Nobel en 2010 y entusiasta crítico de
libros también, debutó hace 55 años, en 1959, con el volumen de cuentos Los
jefes. Estaba en París. Allí reafirmó su vocación y descubrió a los autores
latinoamericanos que habrían de formar aquella feliz escandalera llamada boom.
Él es uno de sus pilares. No sabe aún que le preguntarán qué se siente el
saberse el último mohicano de una época fascinante de la literatura.
Marías (Madrid, 1951) publicó su primera novela en
1971: Los dominios del lobo. Gran admirador de William Shakespeare,
el autor de Mañana en la batalla piensa en mí y Tu rostro mañana ha
reconocido varias veces que la grandeza y misterio del dramaturgo inglés lo
invitan a escribir: “Me espolean e incluso me dan ideas”. Por eso cuando Vargas
Llosa le pregunta qué escritor le hubiera gustado ser si pudiera elegir, se
decanta por el genio británico porque, dice, “nunca acabo de entender cómo
funciona su cabeza”.
Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) empezó en la
narrativa en 1986 con El húsar. Curtido en el periodismo, 15 novelas y
muchos artículos de prensa acompañan al autor de títulos como El club
Dumas, La reina del sur y El francotirador paciente. Él hubiera
querido ser Joseph Conrad, “porque fue marino antes que escritor, y hay autores
como él que envejecen bien y siempre sorprenden”.
Un escritor serio es lo que ha leído, lo que ha
vivido más lo que imagina, asegura Pérez-Reverte. Todos coinciden en que las
historias los buscan a ellos. Él y Vargas Llosa reconocen que suelen tener
temas en nevera y que les produce cierta melancolía el saber que no los podrán
escribir, ya que cada libro tiene su momento. “¡Qué envidia me dais!”, exclama
Marías. Dice que a él eso no le ocurre: una vez que termina un libro no sabe lo
que viene.
En medio de risas, llega la pregunta a Vargas Llosa,
formulada por Pérez-Reverte: “¿Cómo se siente al ser el último de los mohicanos
y saber que va a apagar la luz de una época…?”. El autor de La casa verde y Conversación
en La Catedral ríe. Más de 800 personas ríen con él. Y contesta: “No lo
sé”. Pero confesó que hay experiencias que obligan a la modestia: “Un día iba
en un avión a Canarias y una azafata me dijo que un pasajero me admiraba mucho
y quería conocerme. Acepté. Él se acercó conmovido y me dijo: ‘No sabe lo
importante que han sido usted y sus libros en mi vida’. Y ahí vino la
cuchillada: ‘Cien años de soledad ha sido muy importante’. No me atreví a
decepcionarlo y decirle que yo no era García Márquez”. Todos ríen, mientras
concluye: “Así suplanté a García Márquez”.
Y
siguieron más historias reales de estos creadores de ficción. Fue por la celebración de este medio
siglo de Alfaguara, que se cumplirá este otoño, y que empezó en
diciembre pasado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México).
Un sello que nació en 1964 por iniciativa del constructor Jesús Huarte y bajo
la dirección de Camilo José Cela y sus hermanos Juan Carlos y Jorge. En 1975 la
editorial tomó un nuevo rumbo bajo la dirección de Jaime Salinas que alentó su
vocación contemporánea. Con Salinas llegó Enric Satué, encargado de diseñar
esas portadas azules exquisitas. En 1980, la editorial entró a formar parte del
Grupo Santillana (del Grupo Prisa, editor de EL PAÍS). En 1993 empezó Alfaguara
Global, con edición simultánea en España y América Latina. En marzo de 2014,
Santillana vendió Ediciones Generales, que incluye este sello, a Penguin Random
House, del grupo Bertelsmann. Con esta operación, Santillana busca centrar y
reforzar su línea educativa de gran tradición y presencia en España y América
Latina, donde es líder. Sigue una vocación transatlántica donde autores como
Mario Vargas Llosa, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte borran las fronteras.
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